Quizás por dolor, quizás por culpa. O más bien porque me siento mejor ahora.
La noche se alarga, otra vez, tanto tiempo después. Mi mente sigue buscando definirse. Me atrevo a escribir. Me atrevo a publicar.
Sentí dolor. Por lo que no fue, por lo que podría haber sido, por lo que es, porque hubo sacrificio. Lo que yo quería no llegó, no porque no pudiera llegar, no porque tuviera que venir después, puede que no lo haya visto llegar. Simplemente no llegó.
Pasado el tiempo, pese a haber decidido ya, sigo pensando en las posibilidades. Y no me arrepiento por principio, pero siento resaca.
Sentí culpa. No estuve allí aunque quería, no hice bien aunque quería, y luego seguí solo.
Sentí amor. Quisiera estar ahí, aun ahora como antes, y puede que un poco más.
Sentí responsabilidad.
Sentí frustración. Y es lo único que me permito sentir sin remordimiento, por principio. Las decisiones tienen una probabilidad de error. ¿Pero cuál fue el error trascendente? Creo que moriré sin saberlo.
Sentí miedo. Me duele recordar pero le tengo miedo a olvidar. Con miedo decidí irme, pero el mismo miedo me daba quedarme.
Hoy, aun sin las respuestas, con el alivio que trae el distraerse, lo nuevo, lo que no tiene nada que ver con el pasado, me atrevo a escribir, me atrevo a publicar.
Hoy finalmente volví a escribir.
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