domingo, febrero 16, 2014

El glorioso Resto del Mundo

No entiendo por qué con el sueño que tengo y siendo tan tarde no puedo dormir. Una explicación puede ser que tengo los ojos muy fuertes de tanto entrenar.
Todo empezó cuando de pequeñito me metieron en el Toto Rubio (escuela de fútbol), con pantalonetica azul, camiseta roja y guayos bien negros, con la ilusión de que ese uniforme me hiciera parecer a Freddy Rincón frente Alemania en el noventa (minuto o año). Tengo una foto, en ella salgo con los ojos más cerrados de como los tengo ahora ya que el sol del cielo y el del resplandor de la cancha de arena me obligaban mientras posaba. Cuatro mundiales después ahí estaba yo, en Barcelona, consagrado en el glorioso equipo de fútbol siete llamado Resto del Mundo. Quizás recuerden a éste cuadro como el único que expulsó a un árbitro en partido oficial (en serio); los organizadores se justificaban ante nuestros reclamos diciendo que los jueces eran federados. Llegamos a pensar que "federado" era "hijueputa" en catalán.
Era la época del boom español en todo, entre otras cosas en inmigración. Participábamos en una liga llena de hijos de la ciudad, pero éste equipo vió pasar por sus filas grandes jugadores que tenían la particularidad de no ser de España, de ahí el nombre. El único español que jugaba con nosotros era del país vasco, así no se rompía la filosofía; aun hoy es el más internacional de todos. Llegué yo como fichaje telefónico de uno de sus integrantes colombianos, el barranquillero Carrillo. Viéndolo jugar se veía justificado su paso por las inferiores del Millonarios, cosa que nunca me cuadró siendo él más costeño que una máscara de marimonda bien hecha en casa. Con buen toque, con gol y aguerrido tiraba del equipo en busca de los resultados. Tuvimos al Ché, nacido ahí de son los chés, firme en defensa y con función de mando por su veteranía. De Argentina también jugaba con nosotros "el Pelao" pero que era entrado en años y no tenía pelo. Jugó Claudio Bravo, de Chile, todavía hoy en activo. Militó también un chico que tras su presentación y su porte nos descepcionó su poco gol, no entendíamos cómo pedía pases si no sabía poner ni uno, y su mejor talento era tener un par de piernas muy diplomáticas y caballerosas que se pedían permiso una para avanzar a la otra. ¿Por qué le decían el Raúl chileno? Bueno, se llamaba Raúl y era de Chile. Como director teníamos al mismísimo Eric Cantoná, bueno, su doble argentino, era igualito. Jugó también Tierry Henry, bueno, su igualito doble de Barranquilla, o más bien su mitad porque medía uno sesenta y su mejor virtud era esa, parecerse a Henry. Tiempo después fue traspasado al otro internacional y glorioso equipo de "Los Vergas".

Con Tierry llegué yo, él fue quien me prestó el teléfono. Y empecé como todos las promesas que llegan al balompié europeo: en la banca. Luego por mi talento me gané un puesto... me moví en la banca, hasta que llegó mi gran oportunidad como portero, eramos siete exactos. En ese momento todo mi entrenamiento en el fútbol se reflejaba en mi gran fortaleza: ver fútbol. Yo fuí su gran especialista en detectar las trayectorias del balón, desde que salían del pie del contrario hasta que llegaban a la red que yo protegía. Nadie apreciaba tanto ver fútbol como yo. Yo que obligué a mi madre a no perder más dinero en Toto Rubio porque había que ir los sábados y yo prefería ver las tortugas ninja. A mí que me escogían de último en la línea y si no había más gente. Yo que no era capaz de meterle la mano con fuerza a un balón suelto. Yo que el único gol que hice en mi vida me lo anularon (jugando bola'e trapo todavía no sé por qué). Yo que crecí con Supercampeones, Los Hurricans, y De Pies a Cabeza. Yo que vivía en Barcelona y podía ver todos los partidos por la televisión catalana. Tanto sé de fútbol de verlo que me decían el Carlos Antonio Vélez de Resto.

De tanto ver fútbol se me tuvo que entrenar el ojo, se me habrá puesto fuerte y por eso no puedo dormir.

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sábado, febrero 08, 2014

The Shawshank redemption. Sueño de fuga.

Gran parte del boom social y económico de las redes sociales radica en nuestra pulsión por sentir que nos escuchan, por sentir que aportamos algo y que la gente lo agradece, por tanto la tentación de opinar y compartir cada cosa que vemos, salir corriendo a decir qué viste, qué te pareció y que los demás al final te den la razón. Esa misma satisfacción la he sentido yo muchas veces e intento, si no eliminarla, darle su lugar. Así que teniendo eso en cuenta hoy me permito sucumbir a una película que habré visto puede que diez veces.
Hay pocas películas que podría recomendar tanto como ésta. Habla de la amistad, de la cárcel, del valor de la vida, etc; la verdad, lo mismo que muchas otras películas decentes. Sin embargo, esta última vez que la estoy viendo parece otra película, he podido sacar cosas nuevas y me ha motivado a plasmarlo en este post. De hecho, lo más interesante es que me ha podido cambiar la visión de todo aquello que va más allá de la película, ya no es mero espectáculo. Estas son las cosas que justifican el arte, ahora lo entiendo un poquito más.
Quizás, al verla, esta sea una película de 7 o hasta 10 (fue nominada a 7 Oscar); quizás Forrest Gump (que ganó 6 de 13 el mismo año) también lo sea, pero ahora veo que para la primera esa escala es demasiado corta.

martes, febrero 04, 2014

Vainas para recordar

Aquí unas imágenes de prueba para el encabezado del Blog del Armadillo
Aquí un pantallazo de la página de la UPC (España) que en su día usó una imagen muy colombiana.
Los pongo aquí para recordar antes de eliminar su ubicación original.